La Broma

Estava legint un llibre i vaig llegir una cosa que em va fer gràcia i vaig dir ho postejare, en part diu grans veritats en part es com una broma.

Levanté el vaso y dije: ¡Brindemos entonces por el aguardiente de trigo, por ese aguardiente corriente!
Se sonrió, chocó su vaso con el mío y luego dijo:
-Siempre he deseado conocer un hombre que sea sencillo y directo. Natural. Claro.
Tomamos un trago y yo dije:
-Hay pocas personas que sean así.
-Las hay, dijo Elena. Usted es así.
-No creo, dije.
-Lo es.
De nuevo me quedé maravillado por la increible capacidad humana de transformar la realidad a la imagen de los deseos o ideales, pero no vacilé en aceptar la interpretación que Helena hacía hacia mi persona.
-Quien sabe. Es posible, dije. Sencillo y claro.
¿Pero que es eso de sencillo y claro? Todo depende de que el hombre sea tal como es, de que no se avergüence de querer lo que quiere y desear lo que desea. La gente suele ser esclava de las ordenanzas. Alguien les ha dicho que debe ser de tal o cual manera y ellos tratan de ser así y jamás llegan a saber quienes eran y quienes son. Al final ya no son nadie ni nada, actúan de una forma ambigua, oscura, confusa. El hombre debe tener ante todo el valor de ser él mismo.
Desde el comienzo le he dicho, Helena, que usted e gusta y la deseo aunque sea una mujer casada. No lo puedo decir de otro modo y no puedo no decirlo.
Lo que había dicho era ligeramente penoso, pero era necesario. Dominar las opiniones de una mujer es algo que tiene unas reglas precisas; quien trata de convencer a una mujer, de refutarle su punto de vista con argumentos razonabes, difícilmente llegará lejos.

Milan Kundera "La Broma"